Ya tocaba. Llevábamos meses
esperando para poder ir a remar a Portugal y finalmente el pasado puente pudo
ser el momento. Por fin llegaron las lluvias que tanto ansiábamos y tras
comprobar que los caudales eran los adecuados, sin pensárnoslo mucho, decidimos
partir para allí.
Nos juntamos un grupo de cinco
personas. Tres catalanes: Marc Parra, Albert Aixás y Carla Solé, y dos vascos:
Paulo Garikano y yo. Un buen grupo para afrontar unos días de buen kayak.
Llegamos en torno a las 4.30 de
la mañana, tras un largo viaje de unas 8 horas desde Donosti hasta Castro
Laboreiro. Tiramos la tienda en la cuneta de la carretera y hacia las 13.00
estábamos entrando al río para remar el primero de los tramos.
El sitio es increíble, parece que
retrocedas 100 años en el tiempo. Es un territorio muy salvaje, con unas
pequeñas aldeas comunicadas por una red carreteras laberíntica, muy estrechas y
empinadas. Está a tan solo 700km de casa, pero parece que esté en otro
continente. Espectacular.
Yo en el primero de los pasos
Marc Parra en el final del primer paso
Albert Aixás en una de las rampas
Carla Solé en la rampa más grande del primer tramo
Parra ready to go!
Aixás era el único que había remado el río antes, por lo que lo asignamos como guía de grupo. El río comienza con un tramo de agua parada perfecto para calentar durante unos 15 minutos, después, apareciendo como de la nada llega el primer rápido, que ya da una idea de lo que va a ser el río. A continuación los rápidos se suceden rápidamente. Es un río precioso, de puro clase cinco, que nos hace estar con una sonrisa dibujada en la boca durante todo el descenso.
Mikel killin it
Paulo Garikano dándole duro!
Además
un cálido sol nos acompañaba durante todo el descenso, hasta que llegó el
infranqueable. Como si fuera sacado de una película, cuando llegaba el peor
momento del río, el infranqueable, el porteo, comenzó a taparse el cielo y en
cosa de pocos minutos estaba granizando y se oía rugir el cielo como si lo hubiéramos
enfadado. Fueron momentos duros, ya que el granito del río se convierte en una
pista de patinaje cuando está mojado y había que andar con mucho cuidado para
no resbalar y caer al río. Además tuvimos que montar un pequeño rápel para
bajar por uno de los saltos y con la que caía no era fácil.
Aixás entrando a un estrechamiento del río
Salimos casi de noche, por lo que
no quedó tiempo para más. Preparamos la cena, una pequeña hoguera para
calentarnos y en poco tiempo estábamos durmiendo, el siguiente día prometía y
había que estar descansados.
Yo en la entrada del paso estrecho
El domingo remamos el segundo
tramo del Castro Laboreiro, conocido como el Tramo de los Saltos. Se entra en
el puente donde termina el primer tramo y es algo más cañero.
Tiene un comienzo con varios
kilómetros de clase IV, con muchas rocas por el que es una gozada navegar. Nos
pusimos en fila india y remamos casi sin parar hasta los saltos. Se notaba que
teníamos ganas de remar los saltos.
Yo en el segundo salto
Parra con buen estilo!
Son tres saltos seguidos de entre
10 y 12 metros. El primero tiene una recepción bastante sucia; el segundo, en
cambio, es una maravilla, con una entrada muy limpia y una recepción en una
poza; pero el tercero tiene su complicación, ya que tiene un rulo en la entrada
con unas marmitas detrás que te impiden coger la buena línea, y abajo el agua
te empuja hacia la pared de la derecha y además tiene una pequeña cueva detrás
a la que te empuja muy rápido si no andas muy atento.
Paulo mira cómo se ha de saltar! jeje
Yo en la entrada del último salto
La cantidad de agua era mayor que
en los vídeos y fotos que habíamos visto antes, por lo que sobretodo el último
salto se complicaba bastante. Aun así remamos todo bastante bien, exceptuando
el último salto. Remé yo primero y conseguí salvar la papeleta, pero después
vino Paulo y en la recepción se quedó detrás de la cueva. Es una situación
incómoda ya que te obliga a nadar y bucear por debajo del salto, pero anduvo
muy vivo y consiguió salir con mucha facilidad.
Yo en el último salto
Toda la banda
Esa misma tarde los catalanes
volvieron para casa y Paulo y yo nos fuimos a Galicia, porque habíamos quedado
con Pablo Vicente para remar algo por allí el martes.
El plan resultó bastante
desastroso, ya que los ríos estaban en niveles muy bajos, y terminamos remando
el río Verdugo, que era bastante tranquilo y llevaba poca agua, pero aun así
pasamos un buen día en buena compañía, y además me comí mi ración de pulpiño,
que no puede faltar en cada viaje por esas tierras.
Pues poco más. Parece que los
caudales están subiendo también por el Pirineo, por lo que seguramente este fin
de semana nos escapemos hacia allí. ¡A ver qué sale!
¡Hasta pronto!
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