Yo soy una persona
competitiva. Todos lo somos, en mayor o menor medida. Nuestra sociedad es
competitiva de por sí, y desde pequeños nos educan para eso, para ser la mejor
versión que de nosotros podamos ser; para así sacar buenas notas, conseguir un
buen trabajo, ligar con una buena chica, ganar mucho dinero, ganar una
competición… Es algo intrínseco a la condición humana, pero es, en mi opinión,
algo que hay que intentar controlar y relativizar.
El deporte de competición es
la máxima expresión de eso. Dedicas tu vida a entrenar para intentar ganar, para
destacar sobre los demás, para ser el mejor.
Y este post va sobre eso; de
la competición y del placer de competir.
Tras un verano sin tocar el
kayak por motivos de trabajo, y tras la típica sequía veraniega en la costa
vasca, llegó Septiembre y con él, el ajetreo. Tres competiciones, tres
campeonatos del mundo en dos semanas.
El jaleo comenzó con los Mundiales
de Slalom, en Pau (Francia). Junto con mi amigo Aitor Goikoetxea nos clasificamos para competir en el mundial en la
modalidad de C2, tras obtener la segunda posición durante los campeonatos de
España celebrados en Sabero (León), a comienzos de verano. Esta es una
modalidad que tiene pocos practicantes a nivel nacional y por lo tanto no tiene
mucho mérito quedar entre los tres primeros que daban plaza para los mundiales.
Hasta un par de semanas antes no tuvimos la confirmación por parte de la
federación de que nos dejaran competir y, como Aitor estuvo fuera todo el
verano, no tuvimos ocasión siquiera de entrenar un poco juntos. Nos plantamos
en Pau un par de días antes de la competición ansiosos por tocar el agua y
pudimos hacer un par de sesiones antes del mundial. Para nuestra sorpresa nos
clasificamos en la primera manga para las semifinales, y en semifinales
terminamos en el puesto 16 de 17. Terminamos contentos y aunque de fuera
pudiera parecer otra cosa, disfrutamos nuestras mangas lo indecible.
A todo el equipo español, en
general, no le fue excesivamente bien. Las aspiraciones eran altas, las
posibilidades de medalla muchas, y el resultado final fue algo frustrante, con solo
dos finales y con varios de nuestros favoritos muy lejos de su máximo
rendimiento. ¿Demasiada presión quizás? Una gran pena, pero así es la competición.
Una vez finalizado el slalom
era el momento del slalom extremo. Es una modalidad nueva, donde se compite en
piragua de kayak extremo; salen cuatro kayakistas a la vez, y el primero que
llega abajo gana. En esta modalidad, el mundial era por primera vez oficial.
Solo pueden competir dos palistas por país, y se hace primero una
clasificatoria cronometrada, donde los 32 mejores pasan a las rondas finales. Solo
pasaba uno por país, y a mí me tocaba competir contra David Llorente, uno de los jóvenes cracks de la cantera nacional, y
un duro rival, bastante más fuerte que yo y favorito para estar arriba. Aun así
hice una buena manga clasificatoria y pude pasar a las finales. Luego, en las rondas
finales pasé primero a octavos, luego a cuartos y me planté, un poco de rebote,
en las semis. En las semis tuve una dura batalla contra, Neveu, Prindis y Aigner, tres máquinas slalomeras y ahí me quedé,
cerca de pasar a la final, pero contento con la competición realizada. Al final
8º.
En la rampa de salida antes de la manga |
Una vez cerrado el telón en
Pau cargué todo en la furgo y junto con mi amigo noruego Dag, pusimos rumbo a Austria, donde en 5 días comenzaba el Adidas
Sickline, el Campeonato del Mundo de Kayak Extremo.
Esta es la competición del año
que más me gusta. Es la de mayor nivel de todas y con un tramo que me encanta
pero que no permite el más mínimo error. No me sentía fino entrenando, notaba
la falta de entrenamiento y me sentía cansado. Debido a eso limité mis sesiones
a una al día y anduve bastante relajado, sabiendo que era lo que me convenía,
intentando controlarme para no agotarme.
La competición comenzó rara. Éramos
147 en la salida y en las clasificatorias hice una primera manga con errores en
la que no fui fino, y terminé en el puesto 28. En la segunda manga afiné más y
pude marcar el segundo mejor tiempo de todos, y al final sumando las dos mangas
me clasifiqué en el puesto 13. Bien, seguro a las finales.
En las rondas finales
competíamos los 52 mejores de la clasificatoria en un formato de uno contra uno
donde el mejor tiempo avnzaba a la siguiente ronda. En cuartos me tocó un
emparejamiento duro, contra el excampeón del mundo Thilo Smidt, pero hice una buena manga y pude ser más rápido que
él. En semis la suerte hizo que me enfrentara a otro excampeón del mundo, el
campeón olímpico en Pekín Alexander Grimm.
Hice otra buena manga, pero Grimm me ganó por 10 centésimas y tuve que esperar
a ver si mi tiempo era lo suficientemente bueno como para pasar como “lucky
looser”. Así fue. Mi tiempo fue el segundo mejor tiempo de entre los eliminados
y pude acceder a la tan deseada final.
En la final, en cambio, mi
manga no fue tan buena como en las anteriores rondas y con un par de fallos me
quedé lejos del podio, quedando relegado al puesto 14. Fue una gran final, la
más apretada de la historia de la competición, estando los 16 finalistas a
menos de 3 segundos de diferencia. Un sabor agridulce al final, pero muy
contento con la competición en general.
Y así, en dos semanas, me
había machacado en tres competiciones. Pasé de cero a cien en pocos días y pude
dar el máximo que tenía dentro. No me había puesto ningún objetivo; no tenía
ninguna aspiración, al final cada uno ha de ser realista con uno mismo y yo era
consciente de que no llegaba bien preparado a las citas. Simplemente veía estas
pruebas como una buena opción para despegarme y despejarme de la rutina diaria,
hacer algo diferente, juntarme con amigos y, sobre todo, me servía para
entrenar de cara a la expedición en la que nos embarcaríamos tras estas
pruebas, poniendo rumbo a Pakistán, para enfrentarnos a unos de los mayores
retos en el mundo de las aguas bravas: el inmenso río Indus y aledaños.
Y así es. Con los años las
competiciones se han convertido en algo muy secundario en mi vida. Me aportan
el placer de picarme un poco de vez en cuando, remar de otra manera, totalmente
concentrado en un tramo en el que buscas la perfección durante días de cara a
unas pocas mangas en las que no está permitido fallar. Viene bien para trabajar
nuestra técnica y mejorar. Por unos días vives inmerso en un tramo de 200m que
no tiene gran dificultad pero en el que no es fácil ser rápido. Tu mente repasa
el tramo constantemente, dentro y fuera del agua; se convierte en una obsesión.
Son otros valores. Aun así lo disfrutas, porque en nuestro caso esta semana es
la excepción, al final el quedar mejor o peor tampoco cambia nada más allá de
la satisfacción personal que le pueda suponer a cada uno y, por suerte, en mi
caso, en nada volvería a estar en otro río, sumergido en otra aventura en un lugar
brutal, con buenos amigos y divertidos rápidos. Eso es lo que nos gusta y nos
llena, y la razón por la que este deporte se ha convertido en nuestra pasión.